El presbiterio configuraba un espacio privilegiado para el
culto y también muy recogido, gracias al arco toral, más bajo que los otros
arcos del presbiterio y que lo independizaba de la nave.
La capilla mayor ostentaba un gran retablo, ejecutado por
Damián Forment, y en el que quedaría plasmado el arte pictórico de Paolo de San
Leocadio, el mismo que pintaría los ángeles de la Catedral de Valencia. El
pintor italiano habría llegado a Valencia en 1472 con el Cardenal Rogrigo de
Borja (Papa Alejandro VI), y María Enríquez lo traería a Gandía para ejecutar
dicha obra, hoy desaparecida por el asedio a la Colegiata de 1936.
Hoy no nos queda nada del viejo ábside. Tan sólo pequeñas
cosas que vamos reconstruyendo esperando algún día poder recuperar, aun sin ser
el original, todo el esplendor que tenía el presbiterio antiguo.
Dos cosas son las que se han recuperado del viejo altar: Una
copia de la Mare de Déu de la Seu, esculpida por los artistas Esteve Edo y el
gandiense Ricardo Rico. Y la cruz procesional que preside el altar, que también
es copia de la antigua, de estilo gótico, seguramente de la segunda mitad del
siglo XV.