Todo el interior de la Colegiata consiste en una única nave
que, desde los pies, se prolonga hasta la cabecera o ábside, este es un gótico propio del mediterráneo o de la Corona de Aragón. Si nos fijamos en
la bóveda, podemos observar cada módulo de esta gran nave que presenta, a su
vez, una bóveda de crucería, que proyecta el peso contra el suelo en nervios y
baquetones.
Si nos colocamos en el centro geométrico de cada tramo,
observamos que el punto de unión o cruce de nervios viene marcado por una
piedra angular, denominada también como la clave. La única piedra que nos queda
es la del centro, la cual representa la Resurrección. Esta clave fue esculpida
por Joan Franch y fue pintada por Bernat de Vilaur. Este hecho de que la
Resurrección sea el centro de la nave, tiene un sentido catequético, al igual
que toda la arquitectura de la Colegiata, tal y como hemos venido comentando.
Para los cristianos Cristo es la piedra angular, es el fundamento que sostiene
a la Iglesia, con la asistencia del Espíritu Santo. Por eso tiene sentido que
en el centro de la nave esté representada la Resurrección de Cristo en la Piedra Angular o "clave."
1Pe 2, 7: Por eso, para
vosotros, los creyentes, el honor; pero para los no creyentes: La piedra que
desecharon los arquitectos, es la piedra angular.
También los capiteles constituyen elementos arquitectónicos
dignos de ser contemplados detenidamente. En la primera fase constructiva los capiteles de friso corrido, fueron
adornados con decoración vegetal o fitomorfa.
La prolongación llevada a cabo por María Enríquez trajo
nuevas formas a los capiteles, pues junto a la decoración vegetal se emplearon
nuevas formas como un pelotari, dragones, figuras humanas, y todos ellos
terminados en la parte superior en puntas afiladas. Debieron ser cincelados por
Pere Comte. El estilo que se sigue en esta segunda nave, es muy parecido al de
la Lonja de Valencia, pues como se puede observar en los arcos de crucería
también son ovalados o helicoidales, y no rectos y sobrios como los más
antiguos.